De todos ellos, el peor es el que, instalado maliciosamente en el computador personal, recuerda todas las teclas que uno oprime. El delincuente así puede descubrir identidades y contraseñas y atacar, por ejemplo, las cuentas bancarias.
Se debe considerar que Chile es una economía muy competitiva y abierta. Mientras más crezca, más objeto de fraudes será, es cosa que analicemos los indicadores de los países desarrollados.
Las mafias cibernéticas que operan, mayoritariamente, en Europa del Este, China, Asia Oriental. Nombra dos países: Rumania y Nigeria.
Desde Rumania se han montaado una operación y en 36 horas vaciaron US$ 9 millones de cajeros automáticos en Europa. Las cifras aterran. Tan sólo los fraudes a los sistemas de salud de los EE.UU. llegaron a US$ 60 mil millones en 2009. En ese país el fraude digital alcanza los US$ 267 mil millones de dólares, 1,6 veces el PIB de Chile.
Tras un delincuente hay otros dos más importantes criminales: quien sustrae las claves y quien las vende para que el tercero las convierta en licencias, o sea, dinero. Éste conduce a los demás.
La nueva mafia es una cadena. Hay que descubrir los vínculos. Para ello, se contratan servicios de análisis, de tal modo que cada noche, por ejemplo, varios bancos en Chile reciben automáticamente alarmas de lavado de dinero.
SAS, multinacional que analiza datos, trajo a Swecker al seminario "Crímenes financieros y redes sociales". Porque con software SAS se detectan automáticamente redes tras los fraudes. Analizan, por ejemplo, cuáles son los amigos en Facebook de un delincuente; desenredan la madeja. Quisieran atacar la red que en Santiago "clona" tarjetas "bip!".
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