sábado, 8 de julio de 2006

Clonación de celulares en Chile




Las empresas de telefonía móvil son las que se llevan la peor parte cuando clonan sus aparatos. Sólo una de ellas reconoce haber perdido $24 millones por culpa de este delito y se rumorea que en su conjunto han pagado al menos $48 millones. Durante el año 2005.

Las estafas más comunes que afectan a la telefonía móvil en Chile son por lejos las realizadas a los celulares de prepago.

Mediante la promesa de un suculento premio, el usuario es instado por un operador a entregar la clave de su tarjeta de prepago.

Pero a pesar de la publicidad que han alcanzado estos delitos, aún hay personas que caen en la trampa. En promedio, cerca de 10 personas al mes son víctimas de este delito.

Realizar una llamada de 10 minutos a Camerún por medio de las compañías acreditadas cuesta cinco veces más que hacerla por vía de los estafadores.


Se han denunciado 1.574 casos similares. La cifra no es significativa si se toma en cuenta que en Chile hay 11 millones  celulares dando vueltas. Pero igual preocupa, por los montos que acarrea este fraude.

En todo caso, los clientes no pierden mucho, salvo el tiempo que necesitan para hacer los engorrosos trámites de rigor. Cuando las compañías demuestran - y tienen cómo hacerlo- que un aparato fue objeto de clonación, suelen asumir los costos. En una primera instancia investigan cuando hay excesos de llamadas o destinos sospechosos.

Y logran completar el panorama gracias a la tecnología: hoy pueden detectar la hora y el lugar exactos desde dónde surgió la comunicación. Cuando hay traslape (dos llamadas de distintos lugares y/o a la misma hora) el delito está claro.

Tecnología a prueba
Con las pruebas en la mano, las compañías, en general, acceden a asumir los costos de la estafa. Una empresa del sector reconoce haber desembolsado unos $24 millones por este concepto y los expertos especulan que las pérdidas totales superan los $48 millones.

El problema  es acotado cuando se refiere a la intercepción de tecnología. Además, las nuevas inversiones en tecnología permiten encriptar las señales, dificultando el fenómeno. El problema lo sufren entonces los aparatos móviles que son robados, los que cuentan con la complicidad del usuario para clonar el chip, o aquellos que siguen usando tecnología antigua.

En este último caso, los celulares que aún utilizan la TDMA (acceso múltiple por división de tiempo) pueden ser objeto de clonación sin que su dueño se percate del hecho.

¿Cómo? Basta que los delincuentes se acerquen con un escáner -que se compra en el exterior por unos US$ 10.000- a una persona que en esos momentos está hablando por un teléfono de estas características. En un par de minutos le pinchan la señal y luego la reutilizan con cualquier otro aparato.

Para ello se ubican en zonas con alto tráfico de personas y captan al azar los códigos de los móviles. Éstos son luego procesados mediante un programa computacional y grabados en celulares propios.


Es tan rentable el negocio que incluso se han formado comunidades virtuales -donde participan delincuentes chilenos y extranjeros- que operan en internet para intercambiar técnicas, programas y conocimientos destinados a burlar el pago de la telefonía móvil.

Es que los riesgos son mínimos. Los cabecillas de una de las mafias más conocidas que operaban en las inmediaciones de la Plaza de Armas sólo estuvieron presos un año y tres meses por infracciones a la Ley de Telecomunicaciones, estafa y asociación ilícita.


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